Un estudio de la Fundación Ebert, próxima a la socialdemocracia y a los sindicatos obreros alemanes, se muestra muy preocupado por la situación de los sindicatos mayoritarios españoles y les urge un cambio en profundidad.
Con sus 2,5 millones de afiliados, siete millones de votantes y once millones de trabajadores cubiertos por convenios colectivos, los sindicatos españoles son "la organización social más importante del país". Su situación es, sin embargo, ambigua y delicada, señala un estudio recién divulgado en Berlín por la Fundación Friedrich Ebert, próxima a la socialdemocracia y uno de los principales think tanks alemanes.
Una larga tradición, mantenida desde la muerte de Franco, de "continuo diálogo social" y su "implicación en el sistema político-institucional" ha hecho que los sindicatos sean vistos por la opinión pública como "parte del sistema político", sufriendo por ello "el mismo desprestigio que los partidos políticos, los bancos y las compañías multinacionales", constata el estudio de veinte páginas, que lleva por título Sindicatos en España, organización, medio y retos.
La crisis ha cambiado radicalmente el medio ambiente al que estaban acostumbrados los sindicatos mayoritarios, Comisiones Obreras y UGT.
"No sólo ha debilitado su base social, sino que la política antisocial contenida en las reformas laborales del 2010 y el 2012 ha disminuido sus derechos y posiciones negociadoras", observa. Las reformas laborales "incrementan explícitamente los derechos de los empresarios, al tiempo que debilitan las regulaciones colectivas y el poder negociador de los sindicatos", señala. En ese contexto, los "tradicionales métodos de combate sindical", como las manifestaciones y las huelgas, que en el periodo1988-2002 tuvieron un efecto considerable, "chocan ahora contra un muro formado por la troika (Unión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) y el vulgar dogmatismo neoliberal".
"En la actual crisis los sindicatos carecen de instrumentos eficaces para defender el empleo y los salarios". Esa nueva situación los obliga a "renovar su estrategia", restableciendo su reputación, defendiendo los convenios, renovando su estructura y organización y participando en una política de cambio económico estructural que potencie a los sectores y empresas de futuro.
El estudio es muy crítico con la política aplicada en España desde el 2010, "bajo presión de los mercados financieros y de la Unión Europea". "En las actuales circunstancias -dice- sólo sirve para exacerbar los problemas estructurales de la economía española y ha puesto en marcha una peligrosa espiral hacia abajo compuesta de recesión, reducción de los ingresos del Estado, destrucción de empleo y aumento de las tasas de interés de la refinanciación".
La política de recortes e incremento de impuestos se ha fortalecido con el Gobierno de Rajoy y "ya tiene un impacto significativo en los sistemas de educación y sanidad", señala. "Ni las huelgas generales de los sindicatos, ni los meses de protestas juveniles en las plazas de las ciudades españolas han sido capaces de lograr correcciones en la política anticrisis", constata.
Ese doble cóctel de ineficacia en la acción y desprestigio en la calle lanza a los sindicatos españoles un serio reto: "Afrontar el dilema de, o bien romper radicalmente con la tradición de diálogo social y transformarse de nuevo en un movimiento social de protesta, o bien comprometerse en una difícil senda de equilibrios entre protesta y participación institucional".
Con este panorama, "los sindicatos españoles hacen frente a un futuro extremadamente problemático", observa. Por el número de sus afiliados, por sus votantes en las elecciones sindicales y por los once millones de trabajadores y empleados cubiertos por convenios, siguen siendo la organización social más importante. "Al mismo tiempo -concluye el estudio- sólo podrán volver a ser una oposición y una amenaza creíble a las fuerzas antisociales y antilaborales si regresan al redil de la sociedad".
Rafael Poch, amigo y colaborador de SinPermiso, es el corresponsal en Berlín del diario barcelonés La Vanguardia.
La Vanguardia, 17 agosto 2013
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