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jueves, 1 de junio de 2017

La UFP pide responsabilidades al Embajador de España en Kabul.


Ante su comportamiento políticamente cobarde y moralmente miserable

El 11 de diciembre de 2015, dos policías nacionales. Isidro y Jorge, fueron asesinados como consecuencia de un atentado terrorista mientras prestaban servicio de seguridad en la Legación Diplomática de España en Kabul. Desde entonces todo han sido mentiras para tratar de ocultar la
incompetencia de los responsables diplomáticos allí destinados. En un primer momento se negó que el atentado fuera dirigido contra nuestra Embajada, gran mentira cuando el edificio atacado era el nuestro y los policías fallecidos también eran españoles.

Ahora, Emilio Pérez de Ágreda y su exnúmero dos, Oriol Solá, responsabilizan a los policías de las circunstancias que facilitaron el ataque terrorista. Pero la realidad es la que es, por mucho que estos
diplomáticos se empeñen en seguir manchando el buen nombre de quienes hacían su trabajo en unas condiciones infrahumanas. 

La embajada española en Kabul es una de las pocas que se encuentra fuera de la denominada “green zone”, es decir, el área de seguridad de la capital afgana donde está prohibida la circulación de vehículos y cuyos accesos son controlados por agentes de la policía afgana. De hecho, la
embajada se localiza en una de las calles más transitadas de la capital donde cada día se forman largas colas de vehículos a la hora de la salida del trabajo.

La situación de la legación española en Kabul era casi cómica. La embajada la conforman tres casas contiguas conectadas con un patio común, y situadas a tan sólo unos diez metros del muro que las separa de la calle. Una de las casas se usa como embajada y consulado propiamente dicho, y la otra, como residencia del personal diplomático español. La cercanía entre las dos casas y la calle es tal que algunas de sus terrazas tocan casi con el muro exterior del recinto, sin ningún tipo de distancia de seguridad. Eso hace que puedan ser fácilmente atacadas desde el exterior con un simple cóctel molotov o granada.

La que era la puerta principal esta tapiada, por lo que se entra y se sale por una puerta lateral protegida por un portón de "chapa", sin ningún tipo de protección o blindaje. Dicha puerta se abría por medio de un motor eléctrico, pero que al romperse (desde hace varios meses), el policía tenía que bajarse del vehículo y mientras lo empuja con la espalda, seguía apuntando con el arma. Dicha práctica se había hecho tan común que habían puesto una especie de tela en una parte del portón para
evitar resbalarse al empujarlo.

A dicha entrada se accedía por una calle lateral a la embajada que no estaba asfaltada, lo que impedía que pudieran transitar los vehículos a una velocidad superior a 20, o 30 km/h.

La residencia del embajador sí que está ubicada en la protegida zona verde, al lado de la embajada de EUA. No así la embajada, que estaba en una zona céntrica y transitada, donde se alojaba todo el personal. 

En la embajada, residen 17 personas repartidas en 4 seguridad estática, 4 dinámica (3 en la embajada y 1 en la residencia del embajador), 6 funcionarios administrativos y 3 afganos intérpretes. El perímetro lo controlaba personal de seguridad afgano contratado (entre 10-12 personas).

Esta es la realidad de como los policías españoles trabajaban en Afganistan.
Todos estos hechos habían sido comunicados por el Equipo de Seguridad de la Embajada (esos a los que ahora el Embajador culpa) tanto al Embajador, como al Ministerio de Asuntos Exteriores a través de informes oficiales y desde el año 2008, sin que nadie tomara medidas para solucionarlo, cometiéndose el atentado siete años después. Por este hecho, la Audiencia Nacional investiga al Embajador por dos presuntos delitos de homicidio imprudente y siete en grado de tentativa.

Desde la Unión Federal de Policía consideramos indispensable el cese de este representante diplomático que culpa a las víctimas del atentado de “facilitar el atentado terrorista”, al tiempo que, como hemos hecho desde el momento de cometerse el atentado, nos ponemos a disposición de sus familias para limpiar el buen nombre y el buen trabajo realizado por Isidro, Jorge y el resto de compañeros que han trabajado y trabajan en Kabul en condiciones deplorables para que el Embajador, ese cobarde que en vez de asumir responsabilidades acusa a los policías del atentado y el resto de españoles allí destinados, se sientan seguros.

José María Benito

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